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Tercera edad (página 2)




Enviado por Jesús Castro



Partes: 1, 2

La vida intelectual es de gran importancia en el ser humano, pues diferencia radicalmente a éste de los demás seres vivos que pueblan el planeta. La capacidad de pensar, de formular conceptos y juicios y de comunicarlos a través del lenguaje, tal y como se realiza cotidianamente en el caso de las personas humanas, es algo verdaderamente asombroso en comparación con el resto de los otros vivientes que nos rodean, sean animales o plantas.

La vida emocional se desarrolla en torno al concepto de emoción, entendida ésta como un estado del ánimo caracterizado por una conmoción orgánica consecuente a las impresiones que bombardean nuestros sentidos corporales, o por acción de ideas o recuerdos que acaparan nuestra atención inmediata (Orbis, 1985). La vida física depende del estado de "salud", definida por la OMS como el completo estado de bienestar físico, psíquico y social; y esto es algo que los seres humanos pueden aquilatar y tratar de conservar, o bien pueden perder irremediablemente. Para la conservación de un cuerpo saludable se identifican 4 factores vitales, a saber: alimentación apropiada, ejercicio moderado, descanso suficiente y eliminación del estrés malsano.

La vida familiar es de gran importancia en la salud humana. Tradicionalmente, se ha considerado a la familia completa como un grupo constituido por padre, madre e hijos, cada uno de los cuales juegan su diferente rol dentro del grupo. Para que exista una buena calidad de vida en la familia debe haber una optización de las interacciones entre la pareja, los hijos, los hermanos y los padres.

La vida social es el resultado de las interacciones que los seres humanos tienen con otros seres humanos. Se puede considerar como un complemento o una extensión (exterior) de la vida familiar (interior), de menor relevancia emocional pero no por ello de menor importancia en cuanto a la salud.

En cuanto a la vida económica, Schopenhauer decía que el hombre gasta su salud en aras de obtener dinero y en la vejez gasta ese dinero en el interés de recuperar la salud perdida. La vida laboral suele quedar en la vejez gravemente delimitada.

Finalmente, la vida espiritual no tiene una relevancia igualmente importante para todos los ancianos, dependiendo ello, en buena parte, de si ésta la ha tenido o no durante las etapas anteriores de la existencia. Se trata de una búsqueda incesante del sentido de la vida y de la razón de ser, es decir, de lo trascendente y del propósito o finalidad de todo lo que existe.

Según el informe del Instituto de Medicina de Estados Unidos (Rowe y Kahn, 1998), las claves de un buen envejecimiento son:

• mantener activo el cuerpo, • mantener activo el cerebro y • mantener y ampliar las relaciones sociales.

Lucha contra la senescencia

El envejecimiento o "senescencia" es el conjunto de modificaciones morfológicas y fisiológicas que aparecen como consecuencia de la acción del tiempo sobre los seres vivos, el cual supone una disminución de la capacidad de adaptación en cada uno de los órganos, aparatos y sistemas, así como de la capacidad de respuesta a los agentes lesivos que inciden en el individuo. El envejecimiento de los organismos y particularmente el de la especie humana, ha sido asunto de preocupación desde hace años. Por este motivo, como señala la Wikipedia, la investigación a nivel celular de este proceso ha recibido especial atención. Uno de los hallazgos más relevantes es que las células normales están programadas para un número determinado de rondas divisionales. Cada cromosoma posee en sus extremos una serie de secuencias altamente repetitivas y no codificantes denominadas "telómeros". Debido al mecanismo de replicación del ADN de las células, los telómeros se van acortando con las sucesivas divisiones. Esto se ve atenuado por la existencia de una enzima llamada "telomerasa", que realiza la replicación telómerica. Sin embargo, la actividad de la telomerasa funciona en células embrionarias, pero se inactiva en células somáticas, lo que conlleva un acortamiento progresivo de los telómeros cromosómicos; y cuando el tamaño de los telómeros llega a un cierto nivel mínimo, se desencadenan mecanismos que conducen a la muerte celular. Por esta razón, el acortamiento telómerico se ha asociado con el proceso de envejecimiento celular. De esta forma, el largo de los telómeros representaría una especie de reloj genético que determinaría el tiempo de vida de las células.

Internacionalmente, en 1984, se admitió, por convenio, que anciano es toda persona mayor de 65 años, edad coincidente con la jubilación (tercera edad). Las observaciones registradas sobre el cambio que experimentan los seres vivos con la edad son tan numerosas que han dado origen a docenas de teorías. Actualmente, se ha procurado establecer una conexión multidisciplinar entre las diversas teorías y aceptar de ellas sólo la porción que armoniza con el estudio e investigación de la fisiología del envejecimiento. En este sentido, se ha elaborado una síntesis que señala a lo siguiente. Envejecemos porque las macromoléculas que componen nuestro organismo (ácidos nucleicos, proteínas y lípidos) van acumulando daños que van provocando su pérdida de función. Debido a estas alteraciones, el funcionamiento normal de las células se modifica, lo cual va a alterar a su vez el funcionamiento de los diferentes órganos. Nuestro organismo es un sistema dinámico, en estado de degradación y reparación permanente. El envejecimiento corresponde a una ruptura de ese equilibrio, cuando la acumulación de daños sobrepasa la capacidad de reparación. En la ruptura del equilibrio dinámico intervienen factores muy variados: influencias genéticas, comportamentales y ambientales, que pueden afectar de manera positiva o negativa en cada lado de la balanza. La acumulación de daños en las moléculas endógenas durante el envejecimiento se debe a varios tipos de fenómenos, a saber:

Producción excesiva de radicales libres y alteraciones en los mecanismos de adaptación a dichos radicales. Un radical libre se crea a partir de un enlace débil donde un electrón queda sin pareja. Estos radicales libres son muy inestables, por lo que reaccionan con facilidad para encontrar el electrón necesario para lograr su estabilidad. Una vez que roban un electrón a otra molécula, ésta se convertirá a su vez en un radical libre; y así se forma una cadena que arruina a una célula viva.

– Algunos azúcares esenciales para nuestro metabolismo, como la glucosa, se consideraban biológicamente inofensivos hasta los años 1970. Sin embargo, estos azúcares pueden reaccionar con los aminoácidos de las proteínas de nuestro organismo (pero también con los ácidos nucleicos y los lípidos), en una reacción química relativamente lenta denominada "glicación". Este proceso conduce a la acumulación de productos de la glicación avanzada, PGA. Estos productos se generan mediante el establecimiento de conexiones anormales entre moléculas diversas que alteran su estructura y perturban gravemente su función. La glicación (también denominada reacción de Maillard) se estudió en primer lugar en los alimentos, para explicar el efecto producido por el cocinado y el almacenamiento prolongado, en donde aparecen los PGA, dando un aspecto "caramelizado". Por tanto, a medida que aumenta la edad de una persona, los procesos fisiológicos normales del organismo van a provocar una acumulación de las lesiones debidas a la oxidación producida por los radicales libres y van a "caramelizarse" por efecto de la glicación. Este fenómeno sinérgico se conoce con el nombre de "glicoxidación", el cual está implicado en numerosas condiciones patológicas asociadas con el envejecimiento y la diabetes, como las cataratas, el alzheimer, la aterosclerosis, las nefropatías o las alteraciones vasculares periféricas, entre otras.

– A diferencia de las células cancerosas, que se multiplican indefinidamente, las células somáticas normales en cultivo tienen una capacidad proliferativa limitada: por ejemplo, los fibroblastos humanos fetales pueden dividirse unas 60 veces, después entran en una fase del ciclo celular denominada G0 (intervalo 0 o quiescencia), de la que no saldrán más. Si se toma el mismo tipo celular de un individuo de 40 años, se dividirán unas 40 veces, mientras que si se toman de un individuo de 80 años, sólo se dividirán unas 30 veces. Existe, por tanto, una relación entre la edad de un individuo y la capacidad de dividirse de sus células. Este fenómeno de senescencia replicativa celular se identificó en los años 1960 y se denomina "límite de Hayflick", en relación a su descubridor. A partir de los años 1980, esté fenómeno se ha asociado a la disminución de la longitud de los telómeros, las secuencias cortas que se encuentran en los extremos de los cromosomas para permitir su replicación completa y evitar que se fusionen entre sí. En efecto, los telómeros se recortan en cada división celular porque el complejo ADN polimerasa no puede replicar completamente los extremos de los cromosomas. Por ello, la longitud de los telómeros puede considerarse como un marcador de la historia proliferativa de la célula: los telómeros de las células obtenidas en personas de edad avanzada son más cortos que los medidos en personas más jóvenes. Cuando los telómeros alcanzan una talla crítica, se activa una respuesta de daño del ADN, dependiente del gen supresor tumoral denominado "p53", que desencadena la muerte celular por apoptosis. En general, este mecanismo dependiente de p53 se activa cuando se produce cualquier tipo de lesión oxidativa del ADN, o por modificaciones de la cromatina que alteran su estructura (por ejemplo, por efecto de un fármaco) o también cuando se producen modificaciones oncogénicas. Para evitar la acumulación de daños en el ADN, la célula posee una batería de enzimas responsables del mantenimiento y la reparación del ADN, así como una telomerasa encargada de restituir la longitud de los telómeros. Sin embargo, la telomerasa se reprime en tejidos somáticos, mientras que los mecanismos de reparación, como el resto de los componentes celulares, acumulan también daños que los inactivan de forma progresiva. Desde este punto de vista, la senescencia y la muerte celular constituyen un mecanismo de defensa, evitando que células que acumulan daños en su ADN puedan proliferar, dado que las células dañadas pueden convertirse en tumorigénicas y aumentar el riesgo de cáncer.

– Existe una relación fundamental entre la función reproductora y el envejecimiento. Así, en los animales, se observa que en las especies con reproducción múltiple sucede que una reproducción precoz está ligada estadísticamente a una disminución de la esperanza de vida. En otras especies, la reproducción única está ligada a un envejecimiento acelerado y una muerte precoz. Esta relación se ha estudiado experimentalmente utilizando como modelo moscas de la especie Drosophila: cuando se seleccionan moscas durante muchas generaciones (en función de un "timing" impuesto de reproducción) se observa que las moscas a las que se les ha impuesto una reproducción tardía son más longevas que las moscas con reproducción precoz. Esta diferencia en la longevidad se observa después de 10 años de selección a partir de un ancestro común. Por otro lado, se ha demostrado experimentalmente que los tejidos reproductivos pueden emitir una señal capaz de influenciar la longevidad. Así, la irradiación de "drosófilas" con dosis radiactivas débiles, que destruyen sus ovocitos, aumenta la vida media de estos insectos. También se observa un efecto similar si de destruyen las células germinales en el gusano "C. elegans" o en ratones.

Sin duda, la investigación para evitar el envejecimiento humano supone una contradicción con la idea de que la senilidad es natural en el hombre. Bien es verdad que son muchas las publicaciones sanitarias que consideran la senescencia como algo propio en la persona humana, pero habida cuenta de que por otro lado la mente del hombre parece querer prolongar su vitalidad mucho más allá del cuerpo que la soporta se presenta en la escena una pugna contra lo que se considera natural y por eso científicamente se tiende a querer modificar el cuadro en favor de la longevidad.

Se piensa que el envejecimiento humano comienza a los 30 años. Especialistas del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) han desarrollado un tratamiento que actúa sobre los genes, el cual, aplicado en animales adultos una única vez consigue de manera segura alargar la vida media de los individuos. Este tipo de investigaciones obligaba a modificar permanentemente los genes de los animales desde la fase embrionaria. Sin embargo, la terapia génica desarrollada por el CNIO para combatir el envejecimiento ha sido probada en ratones adultos de uno y dos años, y tuvo un efecto "rejuvenecedor" sobre ellos. El procedimiento consiste en tratar de modificar la carga genética de un virus cuyo ADN ha sido modificado; y sus genes se sustituyen por uno de los genes más importantes para el envejecimiento de las especies tratadas: el que codifica la enzima telomerasa. Los telómeros son estructuras que protegen los extremos de los cromosomas: con cada división de la célula se acortan y reducen hasta que ya no pueden desempeñar su función, con lo que la célula deja de dividirse y envejece o muere. La telomerasa frena este efecto, reconstruye los telómeros y corrige el reloj biológico de la célula. El virus con el ADN tratado, e inoculado en el animal, actúa como un vehículo que deposita el gen de la telomerasa en las células.

En diciembre de 2013, Cell publicó una investigación según la cual se ha podido revertir uno de los mecanismos del envejecimiento, el relacionado con el desgaste y ruptura de la comunicación química molecular entre el núcleo celular y la mitocondria. El trabajo demuestra, sólo en ratones, que suministrando un compuesto natural fabricado por el propio organismo humano, se logra revertir el envejecimiento al menos para tres indicadores básicos de una buena salud: resistencia a la insulina (una condición que eleva el riesgo de diabetes), inflamación (relacionada con cáncer y enfermedades cardiovasculares) y, quizá lo más importante, el desgaste muscular. Otro estudio más reciente tiene como centro de atención a la "Turritopsis nutricula" (una medusa que no muere y que se rejuvenece sola debido a su capacidad natural de programar sus células para renovarse, aparte de que soporta cualquier tipo de clima en el planeta aunque no tiene sistema nervioso) parece indicar que la clave celular o la programación del rejuvenecimiento pudiera estar en esta medusa.

Conclusión

Siguiendo el aporte informativo proporcionado por la revista DESPERTAD del 22-4-1990, páginas 3-6, de la Sociedad Watchtower Bible And Tract, así como de otras publicaciones de la misma Sociedad que tocan el tema de la "longevidad", tenemos que decir que el afán por prolongar la vida es casi tan antiguo como la vida misma. Por lo tanto, no es de sorprender que tanto en la historia antigua como en la moderna abunden relatos y leyendas de personas que buscaban el secreto de la longevidad. Por ejemplo, ciertos relatos románticos podrían hacernos creer que cuando en 1513 el conquistador español Juan Ponce de León viajó hacia el norte desde Puerto Rico, lo que buscaba era la fuente de la eterna juventud; sin embargo, contemporáneos suyos dijeron que el propósito de su viaje era conseguir esclavos y nuevas tierras; él no descubrió una fuente que devolviese la juventud, sino lo que hoy día se conoce como Florida; aun así, la leyenda persiste.

Si nos remontáramos más en el pasado, encontraríamos la epopeya acadia de Gilgamés, registrada en unas tablillas de barro que datan de antes del siglo XVIII antes de la EC (era común o cristiana). Esta epopeya explica que después del fallecimiento de su amigo Enkidu, a Gilgamés llegó a obsesionarle el temor a la muerte. El poema habla de sus viajes y de sus arduos, aunque infructuosos, esfuerzos por alcanzar la inmortalidad.

Más recientemente, en 1933, en su novela Lost Horizon (Horizontes perdidos), James Hilton describió un país imaginario llamado Shangri-la, cuyos habitantes gozaban de una vida casi perfecta y muy larga en alrededores paradisíacos. Incluso hoy día hay quienes se dedican a la búsqueda de métodos poco corrientes y hasta exóticos que prometen una vida mejor y más larga. No obstante, otros abordan el tema de manera más pragmática. Adoptan rigurosas medidas sanitarias o se someten a estrictos programas de ejercicios y dietas. Tienen la esperanza de que esto les ayude a aparentar ser más jóvenes y a sentirse mejor. Todo esto subraya el deseo de todo ser humano de vivir una vida más larga y más feliz.

El estudio del envejecimiento y los problemas de las personas de edad avanzada se ha convertido en una ciencia seria. Científicos de renombre opinan que están a punto de descubrir la causa del envejecimiento. Hay quienes creen que está programado en los genes, mientras otros opinan que es el resultado acumulado de enfermedades que estropean el organismo y de sustancias nocivas producidas por el metabolismo, y aún otros lo atribuyen a las hormonas o al sistema inmunológico. Los científicos piensan que si se pudiese aislar la causa del envejecimiento, cabría la posibilidad de eliminarlo.

En la búsqueda de la inmortalidad, la línea divisoria entre la ciencia y la ciencia-ficción es cada vez más difícil de distinguir. Un ejemplo de ello es la "clonación". Lo que se propone es clonar o reproducir un cuerpo idéntico al de una persona mediante la manipulación celular y genética. Entonces, a medida que las partes del organismo enfermen o fallen, puede tomarse un órgano nuevo del clon y trasplantarlo, de manera muy parecida a como se reemplaza una pieza estropeada de un automóvil por una nueva de repuesto. Algunos científicos afirman que, en teoría, lo que se podría hacer mediante la clonación, no tiene límite.

Al llevar los asuntos un poco más lejos, se ha investigado un proceso llamado "criogenización". Los defensores de este procedimiento explican que cuando una persona muere, puede congelarse su cuerpo y conservarlo hasta que se encuentre curación para lo que hoy es incurable. Entonces confían en poder descongelar el cuerpo, reanimarlo y restaurarlo a lo que se espera que sea una vida más larga y feliz. En vista de tales esfuerzos y de los incontables millones de dólares que se invierten en este tipo de investigación, ¿cuáles han sido los resultados? ¿Estamos un poco más cerca de librarnos del yugo de la muerte de lo que lo estaban todos aquellos miles de millones de personas que vivieron y murieron antes que nosotros? A juzgar por las proclamaciones y predicciones optimistas de algunos de los que han participado en tal investigación, parece que estemos a la vuelta de la esquina de poder vivir mucho más tiempo de lo acostumbrado. Consideremos unos cuantos ejemplos de los últimos años de la década de los 1960. "El conocimiento que adquiramos en tal búsqueda nos proporcionará las armas necesarias para combatir el último enemigo —la muerte— en su propio terreno. Pondrá a nuestro alcance la inmortalidad relativa […]. Podría venir en nuestro tiempo." (Alan E. Nourse, médico y escritor). "Eliminaremos por completo el problema del envejecimiento, de modo que prácticamente la única causa de muerte sean los accidentes." (Augustus B. Kinzel, en aquel tiempo presidente del Salk Institute for Biological Studies [Instituto Salk para Estudios Biológicos]). "La inmortalidad (en el sentido de prolongar la vida por tiempo indefinido) es alcanzable desde el punto de vista técnico, no sólo para nuestros descendientes sino para nosotros mismos." (Robert C. W. Ettinger, en The Prospect of Immortality [La perspectiva de la inmortalidad]).

Aunque en aquel tiempo no todos los gerontólogos e investigadores compartían ese entusiasmo, los expertos en general parecían concordar en que para principios del siglo XXI el envejecimiento estaría controlado y la vida se prolongaría de modo significativo. ¿Cuál es la situación ahora que estamos mucho más cerca de principios del siglo XXI? ¿Está a nuestro alcance la longevidad, por no decir, la inmortalidad? Consideremos los siguientes comentarios. "Muchos gerontólogos concordarán en que estos son tiempos muy confusos para nosotros. Ni entendemos cuál es el mecanismo subyacente del envejecimiento ni somos capaces de medir su ritmo en términos bioquímicos exactos" (Journal of Gerontology, septiembre de 1986). "Nadie sabe con certeza cuál es el proceso del envejecimiento o por qué sigue un curso distinto en diferentes personas. Tampoco conoce nadie la manera de incrementar la longevidad humana, a pesar de las afirmaciones, con frecuencia fraudulentas y a veces peligrosas, de los embaucadores que prometen "prolongar la vida" y de otros que comercian con los temores y enfermedades de los ancianos" (FDA Consumer, revista oficial de la Administración para los Fármacos y los Alimentos de E.U.A., octubre de 1988).

Es obvio que las predicciones hechas en el pasado acerca de conquistar la muerte y prolongar la vida por tiempo indefinido son demasiado entusiásticas. Alcanzar la inmortalidad a través de la ciencia es todavía un sueño inverosímil. ¿Significa eso que hasta que se produzca un importante avance en la ciencia o la tecnología no se puede hacer nada para prolongar la vida, o al menos mejorarla? Aunque los investigadores todavía no han descubierto el secreto para la longevidad, han aprendido mucho acerca de la vida y el proceso del envejecimiento. Y parte de la información conseguida, si se aplica, puede ser beneficiosa. Por ejemplo, experimentos con animales han revelado que una "subalimentación controlada puede prolongar en más de un 50% el tiempo máximo de supervivencia, y puede demorar la aparición y gravedad de muchos problemas relacionados con la edad", informa el Times de Londres. Esto ha hecho que se efectuaran estudios con el fin de ver si lo mismo es cierto con respecto a los humanos. Por consiguiente, en su libro "The 120-Year Diet" (La dieta de ciento veinte años), el doctor Roy Walford recomienda combinar una dieta muy nutritiva, pero baja en calorías y grasas, con un buen programa de ejercicios. El doctor cita como ejemplo a la gente de Okinawa. En comparación con la dieta del japonés medio, la de estas personas tiene alrededor de un 40% menos de calorías. Sin embargo, "la proporción de centenarios entre ellos es de cinco a cuarenta veces más que en las otras islas japonesas". Los nativos de la región de Caucasia, en el sudoeste de la Unión Soviética, son otro ejemplo de longevidad que se cita con frecuencia. En su libro "How to Live to Be 100" (Cómo vivir hasta los cien años), Sula Benet, quien vivió entre ellos, dijo que un número extraordinariamente elevado de esas personas tienen vidas saludables y activas hasta bien pasados los cien años y se dice que varios de ellos han llegado a más de ciento cuarenta años. La escritora comenta que "en la dieta caucasiana hay dos factores que permanecen constantes: 1) No comen en exceso […]. 2) Ingieren muchísimas vitaminas naturales en forma de verduras frescas". Además, "su trabajo no solo les proporciona ejercicio físico, sino también la convicción de que están contribuyendo de modo significativo a su comunidad".

¿Radica la solución en trasladarse a Okinawa, Caucasia o a algún otro lugar donde los nativos gozan de longevidad? Es probable que no, pero algo que usted puede hacer es imitar los buenos hábitos de esas personas longevas y seguir el consejo de médicos y profesionales de la nutrición y la salud que sean competentes. Casi todos ellos recomiendan llevar una vida moderada, lo que significa estar pendiente, no solo de la cantidad de alimento que se ingiere, sino también de escoger de entre los alimentos disponibles los que sean nutritivos y saludables. Son bien conocidos también los buenos efectos que produce el ejercicio regular. Un esfuerzo razonable por aplicar estos principios y eliminar hábitos perjudiciales de la sociedad moderna, como el tabaco, la droga y los excesos con el alcohol, no puede menos que ayudarle a sentirse mejor.

Es lógico que cuanto mejor tratemos nuestro cuerpo, más sanos estaremos, y cuanto más sanos estemos, mayores serán nuestras posibilidades de vivir más tiempo. Sin embargo, sin importar lo que hagamos, la duración media de la vida sigue siendo de setenta u ochenta años, como dice la Biblia (Salmos 90:

10). ¿Existe alguna esperanza de prolongar la vida? Y, en caso afirmativo, ¿por cuánto tiempo? El libro de Génesis nos habla de siete personas que superaron los 900 años de edad: Adán, Set, Enós, Quenán, Jared, Matusalén y Noé (Génesis 5:5-27; 9:29). Todos estos hombres —que nacieron antes del Diluvio— pertenecían a las primeras diez generaciones de la humanidad. Tal vez haya oído hablar de algunos de ellos, como Matusalén, que con 969 años ostenta el récord mundial de longevidad. La Biblia también menciona a otros veinticinco personajes que, a juzgar por lo que dura la gente de hoy, tuvieron vidas excepcionalmente largas: de 300, 400 y hasta de 700 años (Génesis 5:28-31; 11:10-25). ¿Se tratará de simples mitos, como dicen muchos? Hay quienes sostienen que en aquellos días se medía el tiempo de forma diferente y que lo que la Biblia llama años son en realidad meses. Pero el libro de Génesis establece claramente que el cómputo utilizado entonces era, en esencia, el mismo que usamos hoy. Examinemos dos argumentos que apoyan esta afirmación. Primero, el relato nos dice que el Diluvio comenzó "en el año seiscientos de la vida de Noé, en el segundo mes, en el día diecisiete del mes". Más adelante explica que las aguas anegaron la Tierra por "ciento cincuenta días" y que "en el séptimo mes, en el día diecisiete del mes, el arca llegó a descansar sobre las montañas de Ararat" (Génesis 7:11, 24; 8:4). Como hemos visto, los ciento cincuenta días que aquí se mencionan equivalen a cinco meses (desde el 17 del segundo mes hasta el 17 del séptimo mes). Está claro, pues, que los meses de Génesis tenían treinta días cada uno.

Analicemos ahora el segundo argumento. Génesis 5:15-18 nos dice que Mahalalel tuvo un hijo a los 65 años de edad y que luego vivió ochocientos treinta años más. Su nieto Enoc también engendró un hijo a los 65 (Génesis 5:21). Hagamos cuentas. A un mes por año, estos hombres habrían sido padres con tan solo cinco años de edad. Y, por supuesto, eso no tiene ningún sentido.

Si uno lo piensa bien, se da cuenta de que la excepcional duración de la vida en tiempos antiguos es una indicación del asombroso potencial del cuerpo humano. Valiéndose de las últimas técnicas de investigación, los científicos han logrado estudiar más a fondo el maravilloso diseño del cuerpo y su extraordinaria capacidad para regenerarse. ¿Y qué han concluido? Que debería durar para siempre. Por eso, el profesor de Medicina Tom Kirkwood comentó: "El envejecimiento continúa siendo uno de los grandes misterios de las ciencias médicas".

Sin embargo, para el Gran Diseñador, el Creador todopoderoso, Jehová por nombre, según la sagrada escritura, el envejecimiento no es ni un misterio ni un problema sin solución. Su primera creación humana, Adán, según el Génesis, fue un hombre perfecto que tenía la capacidad de vivir para siempre. Pero Adán se rebeló contra la guía de su Creador, con lo que se convirtió en un Dios para sí mismo y así tomó las riendas de su propia existencia en independencia de su Hacedor. Ante esto, el Creador, que había dotado a Adán de libertad de elección, no tuvo otra opción (si quería ser consecuente con sus premisas creativas) que permitir que el primer hombre llevara a cabo sus decisiones hasta las últimas consecuencias, en completa independencia de Él. El simplismo característico de los egocéntricos parece haber impedido a Adán percibir la extrema complejidad de la realidad, y más especialmente la formidable intríngulis de la realidad biológica de su propio organismo. Pero pronto se impuso la experiencia amarga y dolorosa de la falta de recursos cognitivos del hombre; y la gran estupidez de apartarse de la fuente sobrehumana de conocimiento gratuito que había estado a su disposición y que él mismo había rechazado voluntariosamente se hizo terriblemente evidente. El ser humano había caído en el desequilibrio mental, emocional, moral y espiritual, llegando a ser imperfecto o quedando sujeto a la decrepitud y a la muerte. Ésa es, de hecho, la explicación que tanto buscan los científicos y que la Biblia resume brevemente así: "Por medio de un solo hombre el pecado (el error letal) entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado (al nacer en el error)" (Romanos 5:12). Sí, la razón por la que enfermamos, envejecemos y morimos es que hemos heredado de Adán la imperfección y el pecado. No obstante, Jehová Dios, el Creador, se propone que alcancemos la perfección y vivamos eternamente en el futuro. Al menos, eso es lo que se promete en la Biblia. Por lo tanto, merece muchísimo la pena investigar dicha promesa bíblica.

La tercera edad.

 

 

Autor:

Jesús Castro.

Partes: 1, 2
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